Teocelo, Ver., domingo 13 de noviembre 2005.
Retiro de meditación bajo la guía de Stephen y Martine Batchelor
Charla de Stephen Batchelor. Cuarto y último día.
Un retiro como éste representa una oportunidad para hacer un alto, con el fin de volver a plantear un compromiso con el mundo de nuestra vida cotidiana.
Si nuestra práctica fuera de aquí es lo suficientemente parecida a lo que hemos conseguido hacer en este retiro —con el bienestar, la calma y la sabiduría que encontramos en este espacio—, entonces regresar al mundo será en cierta manera como dejar atrás nuestra práctica o, en el mejor de los casos, ésta se quedará confinada a unos cuantos minutos, quizá en la mañana o en la tarde, cuando meditemos; pero, a excepción de ese tiempo, será como si siempre estuviéramos tratando de lidiar con el caos que nos rodea.
Lo que estuve tratando de exponer a lo largo de estas charlas es que un retiro facilita la experiencia de ahondar en nuestra conciencia, quizá vaciándola de nuestra fijación hacia nuestro apego. Ése es el primer paso que debemos tomar para comprometernos con pensamientos, con ideas, palabras, acciones y trabajo. Todas éstas son partes del camino que el Buda nos motiva a practicar, a traer a la vida, a crear, a cultivar.
Por lo tanto, considero importante no quedarnos con la idea de que la meditación o la práctica budista consiste en alcanzar algún estado interior profundo o de sabiduría, sino más bien ver que cualquiera que sea la profundidad interior que hayamos ganado en este retiro, constituye un recurso para observar cómo vivimos nuestra vida, en este turbulento y a veces confuso mundo con el que nos reencontraremos en breve.
Tengo un amigo en los Estados Unidos que hace muchos años fue durante algún tiempo monje en una orden zen y, en determinado momento, se dio cuenta de que quería dejar el monasterio y poner a prueba su práctica en el mundo; se mudó a la ciudad de Nueva York y se consiguió un departamento en algún lugar de Manhattan y arriba de su puerta principal, del lado interior de la casa, escribió la palabra “zendo”, de tal manera que cada vez que atravesaba la puerta hacia la calle se internaba en el zendo. Ésa es una forma útil de pensar acerca de nuestras vidas, como si éstas fueren el zendo del mundo, el salón para meditar de la vida misma.
Ahí también podemos encontrar cosas que nos apoyen en esta práctica tanto como aquí creamos las condiciones que nos apoyaron mientras estábamos en el retiro. Creo que es bueno que si queremos comprometernos en este sendero, separemos cierto tiempo del día, sin exagerar, pero sí algún horario regular diario que nos permita regresar a sentarnos tranquilos y a observar la respiración o a continuar la práctica que tengamos, de modo que podamos recogernos un poco como lo hemos hecho aquí.
Pero también podríamos darnos el tiempo durante el día, incluso si llevamos una vida muy agitada, no sé, unos diez o quince minutos aquí o allá, en los que realmente no hacemos algo en específico, en los que estamos esperando que pase algo o que llegue alguien, pero en lugar de que ese tiempo simplemente pase y nosotros nos distraigamos arreglando algunos papeles, o encendiendo el televisor o cualquier cosa, bien podemos echar mano de estos momentos. Simplemente para respirar, regresar, tomar conciencia del lugar en donde estamos, sentir la comida que ingerimos, ponernos en contacto con nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras percepciones y así, utilizar todos esos instantes para reestablecer ese sentido de claridad de conciencia.
Creo que también es bastante útil, en particular cuando estamos tratando de establecer nuestra práctica, reunirnos una vez por semana o cada quince días o cada que se pueda, con algún grupo de personas afines que se reúna por la tarde a sentarse tranquilamente, o a recitar un puja, o realizar alguna otra actividad, es decir, a sentir que somos parte de una comunidad, y que no estamos solos a nuestras propias expensas. También es muy relevante cultivar amistades que nos brinden la oportunidad de hablar íntima y abiertamente de las cosas que nos parecen primordiales y echar mano de otros recursos, tales como la creciente literatura tanto en inglés como en español, ya sea libros o revistas, cintas de audio, sitios de Internet, etc., pues constituyen un valioso recurso que de igual manera nos pueden proporcionar apoyo en el mundo en el cual vivimos, y que pueden ayudarnos a ampliar nuestra práctica.
Dicho con otras palabras: de lo que se trata no es de practicar algo separado de nuestra vida ordinaria sino de hacer de nuestra vida ordinaria nuestra práctica. Como lo he estado mencionando, esto conlleva el compromiso de correr riesgos y, en ocasiones, de hacer saltos creativos con la imaginación, y también de reconocer que muchas veces se aprende más de los errores que cometemos.
Y, desde luego, no sentir que por el hecho de ser budista o de ser una persona espiritual, de cierta forma estamos flotando por encima de los estándares normales del mundo sino, antes bien, reconocer que podemos encontrar encarnaciones de sabiduría, de compasión, bajo cualquier forma de vida y en cualquier gente que ni siquiera tenga idea de lo que estamos hablando; es posible aprender de toda situación. Seamos cuidadosos en no permitir que el budismo se convierta sutilmente en otro adorno de nuestro ego, más sí en ser capaces de ver que todos los demás son budas o bodhisattvas. En vez de ver el mundo como un obstáculo para la práctica, ver que toda la gente y todas las situaciones son potencialmente momentos de comprensión, de iluminación y de amor.
Créditos:
La transcripción de la charla en inglés fue realizada por Nayeli Maillefert. La versión escrita en español fue realizada por Irlanda Villegas, con base en la traducción simultánea de Sergio Stern, disponible en voz del autor en www.dharmaentuidioma.com. Para la elaboración de estas versiones, cuyo único fin es la difusión de estas enseñanzas, se cuenta con la generosa autorización de Stephen Batchelor.